Un reciente artículo publicado en el diario El País, ¿Quién quiere a una ballena menopáusica?, se hace eco de la excepción que, hasta este momento, suponían las ballenas y las mujeres en el reino animal.
De ballenas y mujeres
La teoría evolutiva ha demostrado la inutilidad darwiniana de los individuos menopáusicos al carecer de utilidad reproductora. Dicho más crudamente, los criterios de selección biológica castigan a los individuos que ya no generan algún tipo de beneficios o utilidades al grupo o familia.
Sólo las ballenas y las mujeres disfrutan de un largo período de vida tras la menopausia -más de 30 años- sin que aún haya sido probada su utilidad biológica. Una coincidencia misteriosa que lleva tiempo picando la curiosidad de la comunidad científica que se ha esforzado por conocer las razones de esta excepcionalidad.
En el caso de las ballenas, y para ser más preciso, son sólo dos las especies que muestran esa vida larga después de la menopausia: la orca y el calderón tropical o ballena piloto.
La utilidad darwiniana
Lauren Brent, Darren Croft y sus equipos investigadores en las universidades de Exeter y Nueva York acaban de desentrañar la utilidad darwiniana de estos cetáceos.
Son precisamente los individuos menopáusicos los que dirigen al grupo familiar cuando salen a cazar salmones, uno de sus manjares preferidos. La abundancia de salmón constituye un factor clave en la supervivencia de las orcas y los datos recogidos prueban que el conocimiento del entorno que poseen las abuelas, y más concretamente su memoria de las hambrunas pasadas, constituyen el tan buscado beneficio darwiniano que las orcas menopáusicas aportan a los jóvenes que llevan sus genes.
En el caso de la especie humana existen datos que muestran que las abuelas mejoran las perspectivas de supervivencia o de reproducción de sus familiares, aunque el mecanismo resulte desconocido hasta el momento.
La ballena mentora
He querido compartir contigo esta noticia porque, salvando las diferencias obvias entre ballenas y humanos, me ha parecido identificar en esos cetáceos menopáusicos algunos comportamientos que me sugieren una metáfora con las características que conforman la actividad de mentoring:
1. Un individuo que atesora más información, conocimiento y experiencia (ballena mentora) lo comparte con otros que no lo poseen (descendientes, mentees).
2. Una transferencia que supone un aprendizaje beneficioso para su mentee.
3. Una forma de preservar y renovar el Capital Experiencial para beneficio de ese grupo o familia (Organización), facilitando la trasferencia de conocimiento intergeneracional.
4. Un individuo (mentora) que “hizo el viaje” y puede compartir su experiencia “porque estuvo allí”.
5. Una relación (proceso de mentoring) o comunicación “durante todo el viaje” en la que la mentora “guía” al mentee hacia el objetivo querido (o necesitado) por éste para su desarrollo.
6. Una actitud de “generosidad y servicio” de la mentora para beneficio (supervivencia) del otro (mentee) y de la familia (Organización). Una forma de expresar y agradecer lo recibido previamente, devolviéndolo con generosidad.
7. Una manera de mantener y reforzar los vínculos de apoyo mutuo, trabajo en equipo y renovación del sentido de pertenencia.
8. Un medio para transmitir las Mejores Prácticas de la familia (Organización), favoreciendo la alineación interna con las necesidades (Metas) del grupo.
9. Una forma de acelerar la integración y la sinergia, constituyendo un poderoso componente en la construcción de “organizaciones que aprenden”.
10. Un proceso de co-aprendizaje en el que la mentora y su grupo aprenden entre ellos con el fin de adaptar sus estrategias (de supervivencia) para la consecución de sus objetivos (en este caso, de una caza exitosa).
A buen seguro que el lector avezado encontrará otras similitudes entre la ahora descubierta “utilidad biológica” de nuestra ballena menopáusica y su labor como mentora de sus nietos.
Jaime Bacás
Socio de Atesora
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