miércoles, 14 de enero de 2015

El feedback siempre es un regalo



Después de décadas de transformación de los modelos organizativos, de ingentes esfuerzos para modernizar las estructuras de las empresas y adaptarlas a la globalización y a las nuevas exigencias de mercado, no deja de sorprender la dificultad que en muchas de ellas existe a la hora de entender la finalidad del feedback como herramienta de desarrollo y
refuerzo de la autoestima del colaborador. De hecho, es muy frecuente que desde las áreas relacionadas con la gestión del talento las organizaciones pidan ayuda para cambiar ciertas inercias que tienen que ver con el daño que algunos mandos causan en sus equipos por no saber decir las cosas de manera asertiva, en el momento preciso y con las formas adecuadas. Y no solo daño entendido desde el punto de vista destructivo, provocado por el “sincericidio” –la franqueza brutal, sin filtro, a la hora de dar una opinión-; también es habitual el daño provocado por el “buenismo”, es decir, por hacer valoraciones injustas por excesivamente positivas, ya que algunas personas sienten miedo de causar daño a los demás si les critican, así que prefieren obviar el desagradable momento de la confrontación.






Te propongo un juego. Pregúntale a cualquier compañero o amigo que tenga responsabilidad sobre un equipo cuántos tipos de feedback hay, y ya verás cómo probablemente te diga que conoce dos: el “negativo” –entendido como el que pone el acento en las “malas noticias”-, y el “positivo” –mucho más infrecuente, consistente en felicitar o “regalar los oídos”-. Haz la prueba.

Pues nada más falso.
Sería mucho más correcto decir que solo hay un feedback, EL POSITIVO, que se divide a su vez en tres formas de proporcionarlo, a saber: ayudándole a rectificar lo que alguien no hace bien, reforzando lo que sí y proponiendo innovaciones o cambios significativos que generen resultados aún mejores cuando ya domine algo.
Pero quiero centrarme en la positividad de cualquier feedback. Sí, vivo en este mundo y soy consciente de que hay personas muy duras en su comunicación y en ocasiones profundamente injustas a la hora de proporcionar feedback, pero trataré de explicarme.
Imagínate que hoy vas a invitar a unos buenos amigos a cenar, y eliges ese restaurante tan especial para ti, ése al que no vas todas las semanas pero sí visitas cuando quieres quedar bien. ¿Ya lo has pensado?





Pues ahora quiero que te imagines que, cuando ya te has sentado junto con tus invitados, te das cuenta de que algo no va tan bien como siempre. Puede ser la calidad  de la comida, que precisamente hoy no está tan rica, o quizás el servicio
te ha disgustado por alguna incorrección o malas formas. ¿Qué es lo que harías?<>
Probablemente, lo primero sería disculparte con tus amigos –“Vaya, lo siento” “Con lo bien que  está siempre…” “Hoy se han ido a estrellar…” o algo así-.


Pero… ¿qué harías con respecto al restaurante?
Bueno, seamos justos. Un mal día lo tiene cualquiera. Así que decides darle una segunda oportunidad. Oportunidad que de presenta al cabo de un par de semanas, pero solo para comprobar que otra vez la han vuelto a fastidiar. Decididamente, éste ya no es el restaurante que tanto te gustaba.

Y ahora, ¿qué harías?
La estadística dice que una inmensa mayoría de las personas no volvería. “Con la de restaurantes que hay en la ciudad, ¿para qué voy a volver? Ya espabilarán…”

Y la razón es sencilla: no volver tiene un coste emocional mucho menor que reclamar, o que simplemente llamar la atención. En otras palabras, con tanta oferta no suele compensar montarla.

Pero ¿qué harías si el restaurante fuera de tu hermana, o de un ser querido? ¿También te irías sin volver jamás? ¿O es más probable que entonces sí le manifestaras tu desagrado y el motivo concreto del mismo?

Claro que sí. Y una vez más la explicación es simple: cuando quiero el bien de alguien, cuando estoy comprometido con su mejora y con su desarrollo, profesional o humano, entonces sí me compensa el coste emocional de transmitir una noticia que, sin duda, no apetece escuchar, pero que es buena para corregir lo que no está bien. Solo así se consigue volver a la senda de la excelencia.

El feedback es la forma en la que alguien, que por su distancia, experiencia o situación privilegiada tiene una visión mejor que la mía sobre algún comportamiento o acción que he realizado, me transmite su opinión al respecto. SIEMPRE contribuye a mi desarrollo. SIEMPRE es un regalo, aunque a veces el papel en el que va envuelto no me guste. Si nadie me da feedback, es posiblemente porque mi desarrollo no les importe, y en ese caso debería revisar qué estoy haciendo yo para generar esa situación.

El feedback SIEMPRE ES POSITIVO. Quiero animarte a que lo solicites y a que lo proporciones, igual que te gusta obsequiar y recibir regalos.

Adelante, y… ¡FELICES REGALOS!

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